
A Fernado Grieta lo conocí yo nada más acabar él, el bachiller, en la plaza de los Lobos de la ciudad nazarí. Así queda reflejado en mi libro Patuchina – Patachí en el que aparece con el nombre de Fernan García.
Pues bueno lo ví hará cosa de dos días hecho un hombre hecho y derecho de esos que podrían ser varones del tango como Julio Sosa o el Polaco Goyeneche. Pues su libro se llama El frío de Granada y los sueños rotos de Buenos Aires. Es dos poemarios en uno cogeré dos poemas de las dos partes del libro (dos por capítulo) para que se sorprendan de este poeta que ahora cuenta con 26 años y se gana la vida como camarero en el barrio del Realejo. Es un orgullo y ha sido una alegría el vernos. Sobre el libro tiene prólogo de Pepa Merlo. Y sobre Fernando Grieta decir (Granada 1994) decir que ha estudiado Filosofía y un máster de creación teatral impartido por Juan Mayorga en la Institución de Libre Enseñanza. Ha escrito varias obras de teatro. Me confesó que se quería alejar de la poesía. Aunque es un poeta de ímpetu y de lo mejor que he leído selecciono su poema canción de Muerte para Alfredo (Alfredo Rasines o Alfredo Panero) Es un yogui del Sacromonte al que me encantó de verdad y con ilusión volver a ver lo mismo que mi amigo Rubén Darío Vallés Montes que ha publicado Divine.
Sin más paso a la selección de poemas del Frío de Granada 1ª parte de aqueste poemario
CANCIÓN DE MUERTE A ALFREDO
Alfredo,
la calle me pide que te escriba un poema
Esa vieja querida tuya de ojos negros
que dormía a tu lado y sus pies helaban tus pies
Tú, que el absurdo reventó a risotadas
y acabó como una mancha que no se limpia en tu frente
de los golpes producidos junto el vino barato.
Tú que te petrificas en los brazos canosos de la calle
tocando la guitarra cosida de la limosna
y acurrucado en la puerta de los bancos y las terrazas.
Que desmenuzabas el tabaco todavía verde
y fumabas cigarrilos que lubricaban con azufre en tus dedos.
Que acercaste tu boca al olor agridulce de la prostitución
y bajabas las cremalleras como una cortina que se corre al alba
Que sentados en bares negros veíamos bailar a las moscas
y cuando se acercaban las apartabas con el humo
Recuerdo cuando el alcoholismo mezcló tu sangre con la de Judas
y las palabras comenzaban a caérsete como baba gris.
La miseria vino como un fantasma que cobraba más y más carne
Escribíamos sangrando y te bebiste tu sangre borracha
hasta que la realidad pisó tan fuerte como la locura.
Recuerdo cuando la soledad te servía un plato de pienso
y compartías la comida con los perros de Trinidad,
esa plaza donde las palomas usaban sus muñones como muletas,
cerca de la catedral, donde José también pedía para comprar chocolate
¿Cómo acabó la noche? ¿Cómo terminó la noche Alfredo
desvelándonos por el llanto en la cuna de la tuberculosis
cuya madre tranquilzaba dándole con su pecho
escuálido una leche con limón?
¡Oh Alfredo, cuando abrían las bolsitas con ilusión
con la que los niños abren los regalos de Navidad,
sujetando con sus tiernas manos los grasientos cabellos de la droga¡
Alfredo, Alfredo, cuando el suicidio era un cuarto compadre
y en un carmen abandonado del Albayzín bailábamos desnudos junto a otras fulanas
oh Alfredo , cuando despertaste al lado de una botella taponada con un cuchillo
en un piso sin muebles con siete bolsas de basura
Que tu voz se rompa bruscamente con la suavidad que anhelabas
y te empasten muelas de carbón y un embudo por el que continuamente caiga orina
orina desde un tetabrik, roja y oscura como la sangre flamenca
Que encuentres la paloma de la que ahorcarte o eructes mariposas
¡Reventado por dentro¡ Como preludio al vómito opiáceo
Alfredo, ¿qué puedo decirte si entiendo que la poesía te haya matado?
Nosotros, que realmente hemos podido ver la mano blanca y cruel del frío de Granada
y fuimos tus hermanos bastardos nacidos de la madre hambrienta que es el arte
Alfredo, cómo se retuercen los cuadros de tu cuaderno de colegial
y los barrotes alcochados de las paredes y las pastillas.
Alfredo, ¡cómo esperan el puente de Lavapiés o, abajo, el callejón más cecano¡
Cómo esperan tanto como tú esperas, igual que aquel fantasma del Paseo de los Tristes.
Errante como la guitarra que te rompió la policía
tu triste figura, Alfredo, que recuerda vientos violetas.

De sueños rotos de Buenos Aires
CAMINITO
La pobreza siempre la pintan con colores chillones.
Pareciera que los aviones fumigaran con cubos de pintura
para que el óxido se asiente más a su gusto.
Azul, amarillo y verde sobre las fachadas.
Los perros con un pedazo de piel en la boca,
llevan los ojos rojos y el hocico blanco.
Azul, amarillo y verde y en los tejados una peluca de rizos negros
y se tiran por las alcantarillas litros y litros de perfume
para que las ratas exhumen a sus muertos a la última moda.
La pobreza no ha de ser oculta sino bien vendida.
Caminito.
Se escucha un tango viejo por los altavoces como quien raspa un tenedor,
esa llanto que era triste y que ahora tiene la melancolía de la jaula
y se escucha entre cortes publicitarios.
Caminito.
Lejos de tí están las camas desde un peso
aunque los chinches tengan miedo a las fotografías
y venden ecos de miradas demasiado alegres
guardadas en botes de acitunas.
Caminito.
Donde huele a la naftalina gris de los armarios
y chorizos de gomaa se cuecen en razas de las facturas y el carbón
frente a las que desembocan larguísima colas
con lo órganos en una maleta.
En puestos se venden mates que no están hechos para ser compartidos,
cerámicas que los matrimonios sin cariño dejan en la estantería,
uñas ancianas de marfil y postales de decorados y disfraces
tras los que se dejan ver los focos y la fealdad pintarrajeada de lo turístico
Estatuas de cera siguen a los excursionistas con muecas vidriosasd y un saludo inquietante,
lanzando alpiste y arroz desde los balcones.
Figuras de cera que el sol jamás tendrá la piedad de derretir,
que intentan dar una idea de lo quera la vida antes de que fuera un simulacro,
un túnel de feria donde los pies se funden férreamente a sus raíles
que llevan sin importar el camino desde los urinarios a los museos
donde los desechos se montonan y se consumen.
Caminito.
Una pierna de madera
se escapa por un jirón del vestido de bailarina.
No sopla el viento, ni la música, ni la carne
¿donde están los conventillos
en los que el humo del asesino y el vino
de los amantes tenían algún color
y los borrachos tropezaban con los trenes como luciérnagas cazadoras?
La podredumbre a la que se sometía y condenaba
es expuesta como un muerto de hambre tras haber sido disecado,
escaparate que unos sufren se puede decir que realmente viva,
La historia ya no continúa, solo se mantien el objeto
inerte como la pintura seca sobre la madera y el cinc.
¿Habrá algo que recuperé la voluntad de vivir y no de mirar
fingiendo el recuerdo artificial de las pantallas?
Solo quedan nombres y estatuas y cuerpos que pasean en este bloque vacío.
Caminito.
que el tiempo te borre o te mate, o te dé la justicia de olvidar y ser otra cosa
El libro esta publicado por la diputación de Granada en su colección Genil de Literatura. Hasta aquí la entradilla de hoy. Saludos y lean, lean mucho sean leones.
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