¿Quién de mi soy mi prójimo,
invento las catástrofes,
el zarpazo del beso?
¿Quién soy el hombre y la mujer,
el niño y el anciano,
el cobarde y el héroe,
el asesino, la policía,
la enfermedad del médico?
¿Quién Dios, látigo, humo?
¿Quién de mi ha muerto? ¿Y quién
espera aún nacer, no morirá?
De vida ávida

ME HE FUMADO LA VIDA
Me he fumado la vida
como el tiempo
se me ha fumado a mí.
Mirad esta laringe, esta tráquea,
estos bronquios y pulmones
ametrallados por la nicotina.
He fumado los gases subtárraneos
del Metro en sus andenes;
el aire de Madrid, sucio
como una traición a la luz más hermosa;
las nevadas del yeso en las pizarras,
la hoguera negra de los tubos de escape,
las hojas secas de la marihuana,
el asfalto, la niebla, la humedad,
la avellana tan blanda de los clítoris,
la espesa polvareda de lo siniestro
cuando huía de mi sombra,
y mi vida hecha polvo,
y el polvo que seré
bajo el árbol secreto de la muerte.
De conocimiento del medio
EN RESPUESTA A UNA JOVEN
Con el paso de los años la paleta de Goya se vuelve más oscura
Con el paso de los años uno comienza a arrojar lastre: pierde altura, oído, pelo, memoria, ímpetu y hasta las ganas de salir de viaje.
Con el paso de los años te haces menos suspicaz a todos y a casi todo, nada te escandaliza, no esperas ningún milagro y sospechas que tu también morirás.
Con el paso de los años tienes cada vez menos sueño, más manías, más decepciones y miedos.
Con el paso de los años todo se deteriora: el mundos se viene abajo.
Mas no te preocupes esto sólo sucede con el paso de los años
La llegada del mal tiempo
MORIR
Morir no es volver a estar
a la misma hora
en los mismos lugares,
con las mismas personas.
No aparecer, cada mañana,
como esa gran luz nueva
disuelta entre las cosas;
dejar interrumpidos los trabajos,
los viajes en punto muerto.
Ajenos a los mares y a los astros.
Morir es estar quietos, sordos,
ciegos, mudos, desaparecidos,
desconectados de todos y de todo
de nosotros también;
no regresar a casa nunca más.
No emitir ya señales, recibirlas tampoco.
Morir es no volver.
Biografía de la muerte
Estrujo, con mis ojos los racimos de fuego
del portentoso luto que desgrana el crepúsculo
Frutos rojos relucen como semillas de astro
La voz de la mirada
He movido la noche para que cante el sol
Que laberinto la luz
Luz alud
De toda la luz del mundo
ALGUIEN ME DIO UNA VEZ UNA HERRADURA
Yo voy con su relincho a todas partes, los agujeros, los espumarajos, la extracción de la talla por el óxido, las crines de los clavos; las castañuelas que hubo en su pezuña, que nadie oye y a las que yo hablo; el !no! iracundo que escarba en su escarbar.
!Soy, la yegua de la tempestad en todos los caballos del oceáno!
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