Moo un cuento de Emilio Pérez Martín

Moo era un bichito saltarín que vivía en los bosques de Freelanders. Vivía feliz de aquí para allá jugando a su actividad preferida : imitar a los demás animales del bosque.

El bosque de Freelanders era muy especial. Allí por ejemplo vivían jirafas. Pero explicaré mejor el comportamiento de Moo gracias a ellas. Al vera una, Moo se estiraba y como no llegaba a comer las hojas de los árboles, comía hojas de arbusto. No le gustaban, con lo cual luego debía escupirlas o pasar una mala digestión.

Cuando Moo veía un elefante también lo imitaba. Se ponía un palo largo bajo los ojos ( Moo no tenía nariz ) y hacía equilibrios con él, como si fuera su trompa.

Pero Moo no tenía trompa ni el cuello muy largo.

La verdad, que le entristecía, era que Moo no era un elefante ni una jirafa.

Además no sólo imitaba a animales grandes.

También conocía a animalejos como el ratón. Por eso a veces se podía ver a Moo husmeando por elk suelo. Lo malo era que no encontraba el placer que encuentran los ratones y otros bichillos en husmear. Ya dijimos que Moo no tenía nariz.

Un día Moo se deprimió tanto al intentar imitar unas hienas y sentirse vacío que se acercó al río.

Sin querer imitarlo, imitó al río. Estaba llorando.

Y el río le habló :

“ Sigue mi curso, río arriba, y encontrarás la razón de tu llanto “.

Moo, sorprendido porque el río le hablara decidió hacerle caso, porque al fin y al cabo no tenía nada mejor que hacer y además había hecho un amigo.

Para él era algo nuevo.

Los animales a los que había imitado o bien habían pasado de su extraño comportamiento o bien se habían enfadado con él.

Moo, cansado de su anterior vida, no imitó a ninguno de los animales que se encontró a su paso.

Ni a la trucha ni a la nutria.

Todos le dieron ánimos.

Pero Moo sólo seguía caminando solo.

Cuando llegó al fin del bosque encontró una escarpada montaña, de donde parecía nacer el río – hay que decir que el río que habló en un principio a Moo era sólo un afluente del gran río -.

Estaba cansado pero decidió subirla. Le costó mucho.

Un pájaro le ayudó un poco acompañándole durante partede su subida, dándole ánimos. Pero Moo volvió a estar solo. Fatigado por fin llegó a la fuente del río, al origen.

De allí salía el agua pura, cristalina. Y se sentó a escuchar lo que decía el origen del río.

– Mira, ya sabes que estás solo, ahora elige.

Moo no comprendió. El río siguió cantando :

– Quizás es normal

Tu respuesta tendrás

Si no cejas en tu empeño

De dejar de estar sólo

Ahora bebe.

Moo bebió y bajó, bajó triste la montaña.

Al llegar al bosque se fijó en que nunca se había fijado en los árboles. Le pareció que uno sonreía. Aquí uno y aquí otro. Al menos tres árboles le sonreían. Quizás más.

Pero al volverse encontró el árbol, que digo el árbol, el ser más hermoso que había encontrado en su vida. Le hizo sonreir de alegría.

Ambos sonrieron.

“ Te amo ” le dijo al árbol.

“ Me llamo Moa ”, le dijo el árbol. “ Pero, ¿ qué es amor ? ”.

Moo escudriñó en sí mismo la respuesta perfecta. “ Es querer tenerte por encima de todo ”.

Moa se revolvió asustada.

“ Eso no es amor ” le contestó.

Moo, entristecido por no saber qué era el amor, sintió empequeñecerse y que Moa prefería que se fuera.

A partir de entonces todas las mañanas iba a recitarle un poema que aprendía de cualquier amigo. A Moa le gustaba, pero el árbol encontraba que no le respondía a su sencilla pregunta.

Un día otro árbol más amigo, más masculino, le dijo a Moo que por qué no era él mismo. Entonces Moo decidió aprender a componer sus propios poemas. A veces los hacía largos y algo fastidiosos de escuchar.

Otras veces los hacía breves.

Descubrió así la capacidad que tenían las palabras de darnos una visión distinta de las cosas según la orden y el ritmo.

Por ejemplo no era lo mismo decir :

Breve tu presencia

Larga mi paciencia.

Que al revés :

Larga tu presencia

Breve mi paciencia.

Moa a veces se reía de sus versos y otras era dulcemente triste :

“ Si no contestas a mi pregunta no puedo amarte. Yo soy un árbol, antes fui como tú, solitaria, pero los árboles no podemos perder mucho el tiempo porque allá lejos, en la ciudad, viven los hombres y contaminan el aire sin pensar ”.

“ Y nosotros hemos de purificarlo ”. Dijo el árbol amigo.

Moo se seguía sintiendo pequeñito.

Un día decidió no volver a Moa, si no era con la respuesta.

Marchó hasta la orilla del río y allí se quedó, a ver si le ayudaba.

El río fue mudo entonces. De él sólo salía la tranquilizante música de las aguas. Moo estaba abatido, desesperanzado.

“ Quizás – se atrevió a decirle el río – amas a Moa porque te gusta estar con ella ”.

Quizás – pensó Moo – a ella le ocurre lo mismo.

Pero cuando Moo volvió Moa había envejecido.

Moo fue a hablar, y sorprendentemente se transformó en un hermoso árbol

Moa en cambio se transformó en mujer.

“ Ahora he de ser mujer, para enseñara los hombres a respetar a la naturaleza ”.

Moo se quedó un poco triste.

Era bonito ser árbol, y tener hermanos árboles, pero no tenía a Moa.

Se recriminó haber querido tenerla.

“ No te preocupes – acertó a decirle Moa -. Me encontrarás en la ciudad cuando aprendas a ser hombre. Es lo más difícil. Pero sé que sabrás hacerlo porque te quiero ”.

Moa se fué y Moo se quedó plantado y esperando.

Esperaba que Moa volviera pero no volvía. Y pasaban los días.

“ Mira – le dijo el río desde lejos pasado un año – si quieres aprender a ser hombre habrás de aprender a vivir entre los hombres. Ahora tienes hermanos – Hermana Haya, Herrmana Acacia, Hermano Abeto, pensó Moo – pero allí no tendrás hermanos, o si los tienes no te serán tan cercanos. Los hombres viven deprisa. Tanto lo que es bueno como lo que es malo es fugaz allí. Se un hombre y enséñales la palabra hermano y la lentitud. Eso es ser un hombre bueno. Se un hombre bueno. Se necesitan hombres buenos porque el mundo va mal sin ellos. La naturaleza entera peligra por culpa del mal de unos pocos y el despiste y desorientación de muchos. Lo de menos ahora es que encuentres a Moa ”.

Moo escuchó, había aprendido a escuchar. Eso le hizo hombreen aquel momento.

Y al salir del bosque se encontró con Moa, que le esperaba porque no quería vivir su vida sola.

Desde entonces son maestros de verdad. Saben amar.

Y lo contagian.

PS: Este cuento parece un poc infantil pero en el fondo es un cuento de Amor. Que nunca nos falte Amor tampoco este Nuevo Año. Palabras del autor Emilio Pérez Martín

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